A veces pienso que a los seres humanos, hablando en plata, «nos va la marcha«, nos encanta la polémica, la controversia, el cotilleo… Sí, somos así, no lo podemos negar. Y, en este contexto, las redes sociales son un auténtico caldo de cultivo para debates, altercados, ataques, discusiones y, como decía al principio, polémicas.
Esto es así por dos razones:
– La parte positiva: todo el mundo sin excepción puede opinar en las redes sociales. Son un medio abierto y plural en donde cualquier persona puede expresar su punto de vista. La libertad de expresión encuentra en las redes sociales su máxima plenitud.
– La parte negativa: estas personas que hablan sin tapujos en el mundo social media olvidan a veces que las redes son un lugar público, un medio a través del cual están llegando a cientos, miles, cientos de miles de personas. No son conscientes de la repercusión de un «inocente» comentario de 140 caracteres puede causar en la sociedad de hoy en día.
Si juntamos dicha libertad de expresión con una amplia falta de conciencia nos encontramos con un problema. La polémica está servida… Y yo me pregunto: ¿Cuál es el límite?, ¿dónde termina la libertad de opinar en las redes sociales?, ¿se puede faltar al respeto, insultar y enaltecer la violencia poniendo como excusa la libre expresión? Lo cierto es que aplaudir un crimen es miserable pero utilizarlo como excusa para cortar la libertar de expresión, también.
Los 10 momentos en los que, por diferentes motivos, ardió Twitter:
1- Cuando murió la Dama de Hierro. Fue uno de esos eventos de los últimos años que revolucionó las redes. Fueron muchos los que festejaron su fallecimiento y así lo expresaron públicamente en Twitter.
2- Cuando David Bisbal estaba triste por Egipto 😉 Al hilo de las revueltas en Egipto el almeriense hizo este desafortunado comentario que le costó caro… Por un lado, le calificaron como frívolo y por otro, se creó el hashtag “#turismobisbal”.
3- Cuando a Nacho Vigalondo se le fue… Con alguna copa de más publicó este tweet por el que después tuvo que disculparse públicamente en su blog. Esto no impidió que el diario El País, para el que había protagonizado una campaña publicitaria, lo clausurase.
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